Relatos


Retazos de un Destino

Aquella mañana de cielo plomizo y fina lluvia,  acudía a la librería con energías renovadas, su descanso en la noche anterior había sido reparador .Se mostraba impaciente, esperando la llegada del memorándum de libretas italianas Tassoti, que había encargado a un comercial  novel en su zona, hacia casi un mes.
Se  entusiasmaba sobremanera siempre que  adquiría  mercancía  nueva ,  era una emoción comparable a cuando se abre un ventanal de par en par, entrando la brisa fresca, percibiéndose armoniosamente en una estancia, en su ejemplo como enredándose  con sutileza por las estanterías de la tienda.
Con seguridad aromatizarían posibles ventas , deleitando  la mirada perspicaz de los clientes, ávidos o deseosos de descubrir adquisiciones recientes. Con las delicadas libretas  en diferentes tamaños y colores, de un estilo personalísimo, tan cómodas de manejar, también recibiría unas agendas  paperblanks irlandesas de una calidad exquisita, forradas  en tela , de papel apergaminado, encuadernadas con mimo, con separador  de hojas de tira dorada entrelazada, de diseño inconfundible.
Pensando que podrían convertirse en unos sugerentes detalles, o bien como regalo para alguien especial, o como  capricho de cualquier persona. .Sin duda, en cualquier caso una elegante elección,  había batallado con el representante, concretando el beneficio para ambos, calculando al mismo tiempo la rentabilidad de la compra .
Finalmente satisfecha, porque su intuición le presagiaba una buena aceptación, incluso entre sus consumidores más exigentes, en ocasiones tan difíciles  de contentar.
Su trabajo diario dotaba a su alma del sueño romántico que constantemente había imaginado, hallarse entre los libros, esa parte bohemia  que conllevaba lo que ella entendía como un privilegio, trabajar en lo que amaba, le hacían sentir plenitud.
Ese mundo suyo día a día , de esfuerzo, de dedicación, habían cubierto ampliamente sus expectativas desde hacía ya varias décadas,  desde que en un otoño ya lejano, pero perdurable en su memoria, decidiera  con muy buen entender, inaugurar su  negocio.
No obstante,  recordaba  continuamente que debía mantener sus pies asidos a la tierra , conocedora experimentada  de que de su quehacer dependía su sustento, por  encantadora que fuera su labor, también era su medio de vida.
Eran evidentes, la fuerza de voluntad , la capacidad de resolución, la lucha tenaz que  a lo largo de los años  esta mujer  había profesado, conjugándolo todo en precisa perfección, en férrea confianza en si misma.
   
 
La librería estaba situada en una zona céntrica de la ciudad, hervidero bullicioso de gran actividad , en uno de esos barrios familiares conocidos desde siempre ,con solera descarada, Podía accederse  a ella con facilidad , caminando tranquilamente por la acera de la concurrida calle donde se encontraba ubicada, uno tropezaba  aún sin querer con su entrada. De un vistazo curioso, se visualizaba de inmediato su  recogido pero coqueto escaparate, con sumo cuidado expuestas las últimas novedades literarias, su interior no era demasiado grande , lo que la hacia  más entrañable.
Los estantes de madera por doquier repletos de volúmenes, clasificados por géneros o literatos , el mostrador  artesanal  de antaño, hablaban de su durabilidad en el  tiempo. En algún  momento puntual , había realizado alguna que otra remodelación.
Sin embargo, quería conservar esa aureola mágica,  que aquel espacio en sí mismo parecía desprender espontáneamente, ese hechizo intrínseco que revoloteaba travieso en el ambiente .
Todo estaba colocado primorosamente,  la sección de papelería  por un lado , con cuadernos, bolígrafos, plumas ,cartulinas , borradores,  un variado conjunto de productos al uso, así como material escolar o de oficina.
 En otro apartado preferente , solamente destinado a las obras, ese universo idolatrado en el que ella se sentía como pez en el agua, como ser en su elemento. Su venerado rincón de sabiduría que gustaba, compartir, mostrar.
En realidad , todo empezó por su afición a la lectura, de tradición heredada , su madre le  inculcó  la pasión por el oficio de  librera, ella lo había ejercido con anterioridad a su hija. Seguiría sus pasos  en  clara fusión  con su anhelo, como el guante que encaja en justa medida con la mano, formando una sola piel .
Ella disfrutaba cuidando sus ejemplares, los cobijaba en su regazo hasta que los entregaba a otros brazos, regalaba ilusiones,  repartía esperanzas. Confiando que el poder de las palabras escritas hicieran más libre el corazón de quien las leyese, que el zambullirse en el mar placentero de tantas páginas fueran el remanso sosegado, al que arribar después de fatigosas travesías.
A su manera contribuía a enriquecer la sensibilidad del que en su conciencia , estima el valor desmesurado de las enseñanzas en el arte de leer. Prodigioso como la ternura intacta que despierta la inocencia de un niño, o la vehemencia desatada que nos brinda la caricia del amado. Infinito horizonte alcanzable de sensaciones , emociones , pensamientos, sentimientos. Un canal inagotable al saber inquieto que nos dota de innumerables talentos.
 

 
Atendía con la misma profesionalidad  a todo aquel que entrara en su atmósfera, ya fuera lo que fuese que iba buscando,  igualmente a aquellos que no tenían una idea premeditada, o  no supieran de  su necesidad, ella  proporcionaba sus conocimientos desde su experiencia.
En aquella única mañana  de brumas, inesperada, insospechada, aguardando al estrenado proveedor, que dejaría de ser corriente , cotidiana , se mutarían los designios celestiales de su destino. Los trazos dibujados contornearían otros perfiles , urdirían distintamente  como frágiles telas de araña, en dirección desconocida.
Estaba distraída colocando unos cuentos infantiles, cuando a su espalda escuchó una voz pausada , tímida, envolvente, no había oído el ruido característico que hacia la puerta al abrirse, era uno de esos días tranquilos.
-Buenos días , señorita.          .
-Buenos días ,  disculpe, no le he sentido entrar , en que puedo ayudarle.
-Pues verá, no busco un libro en concreto, ignoro qué autor o títulos me pueden ilustrar, necesitaría aprender algunas nociones  sencillas, relacionadas con la restauración de mobiliario.
- He comprado un escritorio de relativa antigüedad, quisiera mejorar su aspecto, no soy experto en el tema. Serian unos pequeños arreglos, que me gustaría hacer personalmente, sin tener que acudir a un especialista del sector. La pieza no es en demasía relevante.
-Muy bien, creo que tengo una solución apropiada para usted, mire estos manuales prácticos para restaurar , están dirigidos a aficionados , siempre que el objeto  no sea  en exceso valioso, que requieran retoques a  más alto nivel, pueden serle de gran utilidad.
-Si , es acertado, me vendrían estupendamente, son una buena opción,  pueden orientarme con la  técnica  a aplicar , con la compra de los productos. Creo que con una limpieza concienzuda, pulimentando posteriormente el mueble, sería suficiente.
Le ofreció  varias posibilidades que le parecieron las más  significativas, de simple  comprensión. El hombre,  desprendido en amabilidad, quedó enteramente conforme, llevándose tres , y se despidió cordialmente.
Por unos instantes, cuando le vio alejarse por uno de los cristales, envuelto en cierto halo de misterio, dejó volar su fantasía. Inventándose como en un breve relato, que tal vez en aquel escritorio restaurado, él ejercería su ocupación de escritor.
 
Las horas matutinas siempre transcurren velozmente, como tiempo huidizo,  como suspiros cazados al viento, faltaban a penas unos minutos para el cierre, así que concluyó la jornada , hasta su regreso  al atardecer.
Pasaron algunas semanas , cuando una tarde  primaveral, radiante , soleada   sin precedente, apareció de nuevo, como espejismo cálido, refrescante a la vez, en un desierto ardiente.
-Buenas tardes, ¿se acuerda usted de mí?, vine  el otro día , llevándome unos libros muy instructivos sobre restauración, que me recomendó.
-Si, me acuerdo perfectamente, ¿qué tal?, le han sido provechosos. Logró  su propósito.
- Pues francamente, han sido de gran eficacia , el escritorio ha recuperado todo su esplendor. Desearía expresarle mi gratitud, por supuesto con su consentimiento.
- Quizás, aceptaría  tomar un café conmigo, después de su trabajo, no quisiera que me juzgase mal por esta actitud atrevida. Le confieso que no acostumbro a ser tan directo, pero me puede más el ansia de corresponderla, que el pudor que escondo.
Ante la grata sorpresa, en milésimas de segundos fugaces, quedó pensativa,  no vio ningún inconveniente que le impidiese aprobar su invitación. Se sintió halagada, hasta ruborizada, la propuesta  era tentadora , estar en su compañía era apetecible.
-Acepto con mucho gusto, aquí al lado sirven unos capuchinos espectaculares, es mi lugar predilecto para una pausa merecida, de  vez en cuando me permito un respiro.
- ¡Fantástico!, no sabe que feliz me hace, entonces nos podemos ir, si ya ha terminado. Por cierto mi nombre es Carlos.
-Encantada de conocerte, me resulta más natural tutearte, yo me llamo Laura.
 
Juntos se encaminaron a la salida,  no se sentían extraños, parecían íntimos, aunque lógicamente  no lo fueran. Como si sus existencias por separado hubiesen estado desvalidas, en compás de espera de un apoyo sostenido.
Atrapando  ahora, el punto de inflexión exacto en el cual debían unirse, como dos personajes de una novela de ficción que confluyen para narrar el comienzo de una hermosa historia.
Marisa Duque.




Las Palabras de un Sueño

Tras una larga ausencia de cuarenta años, había regresado a la rue Lafayette de París.........

Muchos cambios se habían producido, la zapatería de Monsieur Lampierre ya no existía,  recordaba aquellos zapatos de ensueño, en su lugar una tienda de productos marroquíes, al pasar delante de la puerta, ese intenso olor a especias.
La joyería de Madame Dupont, tan exquisita como cara, había pasado a manos de unos orientales que vendían hasta lo inimaginable, esa amalgama alborotada de productos dispares colocados sin relación alguna.
Pero si, en la esquina con la rue Montpellier aún se encontraba Chez Pierre, aquel coqueto restaurante de precisa cocina francesa, dónde Lily, había compartido tantas sobremesas con inolvidables amigos de correrías . Ahora lo regentaba el segundo hijo de Pierre, habría de decir que con el mismo buen hacer y carisma que su padre.


Si, sin lugar a dudas Lily había regresado a su casa, a pesar del paso del tiempo, los avatares de la vida, había vuelto a su barrio, a los días de su niñez, a su loca edad de la adolescencia.
Su carrera de bailarina le había proporcionado además de éxitos o fracasos estrepitosos, el recorrer diferentes lugares, el apreciar costumbres diversas, el conocer una amplia gama de razas o seres humanos.
Pero aún su enriquecedora experiencia existencial, París siempre había estado palpitante en su corazón, latente en su memoria, imperecedero en sus recuerdos, en su alma.
Por ese motivo decidió pasar sus últimos años, fueran los que fuesen, en el mismo espacio que la vio nacer. Regresar , para ella era importante, como si se tratase de un volver a empezar, quién no ha querido en algún momento de su correr, atrapar la idea de , ¡empezar de nuevo!.

Esa tarde en París llovía pausada, elegantemente, como no podía ser de otra manera, Lily caminaba bajo su paraguas azul, observando aquellos tejados grises parisinos característicos, únicos de su amada ciudad.
De pronto recordó que se hacía tarde, debía volver al teatro, en mente un nuevo proyecto, un homenaje a su trayectoria profesional, tenía que ultimar detalles con el director de escena.
Mientras caminaba apresuradamente, todo lo veloz que sus piernas le permitían, adivinó en la lontananza, una silueta que le resultaba familiar.
No daba crédito a lo que sus cansados ojos avistaron, su pulso se aceleró de tal manera, que quedándose paralizada por unos instantes pensó en desvanecer.
¡Como podía ser!. Era Jean Claude, su primer amor, su gran amor de juventud, un largo escalofrío le recorrió todo su frágil cuerpo. No sabía que hacer.........
Sin pensar demasiado, después de unos angustiosos momentos dubitativos, Lily retomó sus pasos con una firmeza inesperada , aproximándose a Jean Claude.
Cuando apenas quedaba una distancia simbólica entre ellos, aquel hombre de esbelta figura, de gran estatura, tal como lo recordaba ella , se detuvo en el acto, inmóvil, contemplándola, seguro que sin aliento, sorprendido sobremanera.
Sin articular palabra alguna, extendió sus brazos con tal energía divina, con un cálido ademán de ternura, emoción, sentimiento, que Lily no pudo por menos que abalanzarse a ellos con entrega , con pasión descomedidos , como si fuese la primera vez.
Durante unos minutos intensos se fundieron en un profundo abrazo, en silencio, era evidente, él jamás la había olvidado. Bien era cierto que había transcurrido un largo tiempo, pero cuando un amor fue verdadero, nunca se olvida del todo, en realidad no se olvida de nada, la magia todavía existía entre ellos.

-Jean Claude. ¿Cuántos años han pasado? Qué alegría, no hubiese imaginado encontrarte de nuevo, en nuestro mismo barrio de entonces. He pensado en infinitas ocasiones en ti.

-Querida Lily , he permanecido aquí mayormente , aunque me haya ausentado de París por alguna circunstancia, regresaba  a nuestra ciudad continuamente, anhelando que un día volvería a verte.

-¡Estás tan bella !, tanto o más que en las moradas de  mi memoria.

-Pero dime, has regresado para quedarte, o sólo es un alto en tus rutas.

-Mi querido amigo, ya no volveré a marcharme . Ahora estoy apresurada, pero quisiera quedar contigo en el café Petit Gourmet, si aún existe, ponernos al día, ¿Qué te parece?. Tengo tantas cosas que contarte.

-Lo que tu decidas me parece bien, siempre ha sido así , voy a apuntarte mi número de teléfono, llámame lo antes posible.

-Sin dudarlo, revisaré mi agenda esta misma noche y mañana me pondré en contacto contigo.
No imaginas Jean Claude lo feliz que me siento al verte.

-Si lo sé , amiga mía, ya que mi dicha es desbordante, parecida a la tuya .Hasta mañana Lily.

-Hasta mañana Jean Claude.


Conforme aquellas dos almas gemelas se alejaban, cada una en sentido contrario de la avenida, caía el atardecer, había dejado de llover, una luz efímera, pero de vehemente brillo embargaba la urbe, envolviéndolo absolutamente todo alrededor.
Apenas despuntaba el alba, Lily despertó más inquieta que de costumbre, en realidad era muy temprano, ya no podía seguir durmiendo, no había descansado lo suficiente, pues la idea de tener que telefonear a Jean Claude rondaba en su cabeza, sintiéndose intranquila.
Pasado el encuentro fortuito de ayer, un nerviosismo se apoderaba de su entendimiento, sin lograr concentrarse en tarea alguna.
Por fortuna, había resuelto lo concerniente a la actuación del ballet, que conmemoraría su faceta artística. Los bailarines habían trabajado duro para que todo saliera perfecto . Coreografía, escenografía listas, los  penúltimos contratiempos solventados . La compañía al completo estaba entusiasmada, esperaban impacientes la subida del telón para el próximo sábado.
Se repetía a si misma, infatigablemente que dicho asunto ya estaba zanjado, pero debía enfrentarse, ordenarse sentimentalmente, para ella esto era más arduo, más difícil.
Tenía que justificar, aunque Jean Claude no se lo exigiera, como se fue de su lado sin apenas explicaciones, permaneciendo prácticamente media vida separada de él. Hubo una época que se prometieron estar unidos, hasta que la infalible muerte, les separase.
Pero nosotros intentamos organizar nuestra vida, y finalmente es la vida que va situando a las personas dónde a ella se le antoja.
Después de un maravillosos desayuno, con café con leche y croissant rellenos de frambuesa, desde  la terraza, Lily contemplaba el desperezarse de otra jornada, empezaba a producirse el movimiento en las calles. La gente que acudía a sus trabajos, los distribuidores que repartían sus mercancías, el sonido de los vehículos, el vivaz bullicio que tanto le divertía.
El tiempo de pausa finalizaba, en su temblorosa mano derecha, yasostenía el auricular del teléfono, marcando el número, comprobó la bella caligrafía que tenía Jean Claude, era lo propio en un profesor de literatura clásica.

-Bonjour Jean Claude, no te habré llamado muy pronto.

-Bonjour ma chérie, en absoluto esperaba ansioso tu llamada.

-He pensado que podíamos citarnos al mediodía, tomar el aperitivo, después comer Chez Pierre, me apetece más que ir a Petit Gourmet.

-Me parece un plan estupendo, continúas viviendo en el  mismo apartamento de la rue Lafayette.

-Si, por supuesto.

-Pues bien, pasaré a buscarte ,desde tu casa, dando un paseo llegaremos al restaurante, hasta luego entonces.

-De acuerdo, te estaré esperando.

Ya estaba hecho, Lily desprendía felicidad por todos los poros de su piel, su saber se nublaba, no pensaba con claridad, el estómago se le había encogido, ya sólo restaba encaminarse al armario para elegir la indumentaria, con la que sorprender a su amado.
Afirmativamente su vestido Chanel negro, con encaje en brazos, pedrería en la cintura , los zapatos con el bolso a juego, los espléndidos pendientes de esmeraldas que compró en  Ponte Vecchio, en uno de sus viajes a Florencia.
Una ilusión arrolladora se colaba otra vez por las rendijas de su ventana, estaba dispuesta a disfrutarla con todas sus energías renovadas, con la fuerza del universo, que éste estuviera decidido a ofrecerla.
A la hora prevista, Jean  Claude recogería a Lily.
El había optado por un traje gris perla de Armani, que se adaptaba a su cuerpo con una precisión calculada, siempre destacó por su elegancia, favorecida por su presencia física, como por sus ademanes , por su armoniosa compostura.
Sus dulces facciones transmitían confianza, realmente era un caballero, de esos que van al compás de las tendencias actuales, porque su saber estar, no pasan de moda.
Lily, sencillamente estaba espectacular, resplandecía con luz propia, con la belleza pura de una adolescente que empieza a despertar al mundo, y éste la deslumbra , la mima a partes iguales . No había perdido ni un ápice de su belleza, su cutis envidiable , su cuerpo grácil, juvenil al unísono, había ganado con el devenir, como los buenos vinos.
Agarrados de la mano, camino del restaurante, charlaron animadamente sobre los acontecimientos ocurridos en sus destinos.


Lily, viajera en casi todos los  continentes, triunfando como bailarina de ballet clásico, en escenarios relevantes, no  hubiera sospechado llegar tan lejos. Su arte era reconocido por doquier, alabada, querida, adorada por el público, por la crítica . Su bagaje vital era incalculable , desmesurado.
Bien es cierto, que a ello se sumaban muchas horas de soledad en hoteles, sacrificios de diferente índole, amantes que al amanecer se esfuman, que desaparecen, sin motivo aparente o que ella hubiese sabido comprender.
Renunciando a algunas cuestiones que para otros mortales son tan alcanzables, como una familia tangible, unos hijos, alguien a quien dejar una herencia vivida, en todos los sentidos.
Jean Claude por su parte, había impartido clases de literatura en la Sorbonne la mitad de su existir, escribiría varios libros, compaginando su trabajo de profesor con conferencias, seminarios, alcanzando una reputación en los círculos literarios más selectos, pudiéndose sentir orgulloso ,gracias a sus enseñanzas muchos  de sus alumnos se convertirían en destacados ciudadanos.
Aunque ahora viudo, compartió la convivencia con una sola mujer, que supo quererlo con medida ,discretamente, que le obsequió con el mayor de sus tesoros, su hija Julieta. Junto a ella , a sus dos nietos pasaba todo el tiempo libre que quizás no siempre tuvo, cada momento con ellos los saboreaba con intensidad.
La conversación había resultado ser tan eficaz que realmente sentados a la mesa dispuestos a deleitarse con la exquisita comida que allí se servía, ya pensaban que se habían contado lo más importante, las pinceladas de sus designios ya estaban dibujadas.
Restaba hablar de ellos, de lo que había ocurrido entre ellos , además de haberse amado con locura, con perdición, tantas cosas se podían haber dicho.......
No era necesario, mirándose a los ojos, sobraban las palabras.
Sus corazones sabían lo que sentían sin tener que expresarlo verbalmente.
Les envolvía ese ambiente bohemio, que al local le autentificaba, esos rincones reservados a la luz de las velas, las pequeñas mesas redondas con sus impolutos manteles blancos, la fina cubertería de plata, el delicado cristal de las copas, cada detalle en su lugar correspondiente.
De fondo la melodía del piano ,sutil, sugerente, sin distraer a los comensales, el camarero sin interrumpir innecesariamente, el champagne que hacía perder los sentidos...........los sentidos y todo lo demás.
Lily, fue la primera en anticiparse.

-Jean Claude, que pensarías si te dijese, que tras de los postres, me gustaría perderme contigo, en ti.

-Pensaba que no lo ibas a decir nunca, como sé que te gusta tomar la iniciativa, aguardaba la oportunidad para pagar la cuenta , levantarnos, dirigirnos a tu casa.

-No hemos cambiado Jean Claude.¿Verdad, que no hemos cambiado?.

-Nada en absoluto , Lily, nada en absoluto, hemos perdido un pequeño girar en el minutero del reloj, hemos de recuperarlo, solamente eso.

De esta forma, se encaminaron a la salida, abrazados ,predispuestos a revivir su pasión, que estaba latente, como si fuese de ayer mismo, de ese determinado segundo, como si el pasado no hubiese acontecido entre ellos, y esos instantes hubiesen sido el presente intacto detenido en sus vidas.
Decidieron tomar un taxi, por comodidad, la avenida se presentaba a la inversa en pendiente considerable, y para no posponer lo que ambos deseaban tan ardientemente.
La habitación tenía una luz tenue, indirecta, se desprendía por ella un aromatizado incienso, el lecho confortable rodeado de cojines de la India, en la mesilla de noche un Moët Chandon,  perfectamente frío con unas fresas voluptuosas , invitando al deseo.
Se desprendieron  de sus ropas lenta ,sensualmente, recreándose en la visión de sus contornos desnudos, rozándose con los dedos de sus manos los secretos de su intimidad.
Estremecidos, excitados, sus miradas cómplices se entrecruzaban, sus pieles humedecidas.
Se susurraban, se fundían en besos apasionados, en abrazos férreos, ya sus cuerpos , sus almas, eran todo único, unidos indivisiblemente en un solo ser.
Así hasta el amanecer..........

-¡Madame Lily!. ¡Lily Querida!, es hora de despertar, no se haga la remolona, es la hora de su desayuno, de su medicación diaria.

-Querida, ¿ le sucede algo?, hace una mañana preciosa, hay que levantarse.

-¡Cielos Katerina!, me he quedado dormida. ¿Es muy tarde? . ¿Qué hora es ?.
Estaba soñando, estaba profundamente dormida, mi sueño era muy real.

-Es algo más tarde que de costumbre, pero no tiene importancia, llegaremos puntuales. ¿ Cuáles eran sus sueños querida?.

-No te lo vas a creer Katerina, pero soñaba que había regresado por fin a París, que me reencontraba con mi eterno Jean Claude, que nos amábamos con locura como lo hicimos en nuestra adolescencia. También algo sobre una función..........

-Lily, hoy es sábado. ¿No se acuerda usted? , hoy es el día del estreno de Cascanueces, por el ballet ruso de San Petersburgo, en su honor. Un día muy especial.

-Ya recuerdo Katerian, resulta que la parte del sueño que yo menos deseo es real, y la que desearía realmente no lo es. Paradojas del sino, entonces estamos en San Petersburgo, vaya,daría lo que fuera por estar en París................

-Qué haría yo sin ti Katerina, cómo encajaría la realidad si no estuvieses a mi lado. ¿Me acompañarás?, creo que no podré soportar tantas ausencias y emociones juntas.

-Usted sabe, querida Lily, que siempre estoy a su lado, hace una eternidad que dejé de ser su cuidadora para convertirme en su incondicional, fiel amiga, no se encontrará sola ni un instante, no tema, no tema.

-Pero Katerina......... me rescatarás si algo va mal, cuento con ello, cuento contigo.

-No lo dude, todo irá bien, usted me ha enseñado la fuerza con la que hay que desenvolverse en la vida, la confianza que no debemos perder en nosotros mismos, me rescató a mi, eso mismo haré yo, siempre por usted.

Ambas mujeres se prepararían para el fastuosos acontecimiento en el Ermitage, se darían cita lo mejor de la sociedad en las artes y cultura rusas, la representación del ballet sería un triunfo rotundo, lo excepcional para quien fue primera bailarina.
Llegaría el chofer con la limusina, por el trayecto contemplarían el hechizo de esta enigmática otra ciudad, con las brumas del invierno, el cielo plomizo, el intenso frío, atravesando sus canales helados , sus puentes levadizos, observado  el descaro de sus gigantescas cúpulas.
No era su ciudad soñada, si su sueño hecho realidad..........
Hubiera sido su vida distinta, si hubiese tomado otras decisiones, hubiese sido inmensamente dichosa junto a Jean Claude, quién sabe, qué astros se configuran para trazarnos una dirección y no otras.
No se  hacía reproches, todo estaba bien, todo había ido bien..........

-Sabes, que estoy pensando  Katerina.

-Me encantaría saberlo Lily.

-Que no somos enteramente dueños de nuestros destinos , aunque nos empeñemos en ello, pero si tenemos la capacidad, la obligación de vivirlos como si fueran extraordinarios.

No nos olvidemos que una vez elegidos , tendremos que confiar en ellos, serán los que nos brinden nuestro bienestar.  

Marisa Duque                                                                                                                

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