jueves, 4 de junio de 2015

Permanecer en el Mar



    




Desnuda de palabras me he aproximado a la playa, en esta tarde imprecisa en que mi boca no pronuncia versos de agua, y  tan sólo percibo tu ausencia, cercenada por los vientos marinos de la lejanía.
Me siento diminuta  y vacía en la orilla,  con cierta dificultad  consigo alzar mi mirada de cristal, hacia  lo que resulta ser una  inmensidad de un espejismo, que se quebró.
Otras tardes  en esta arena de nácar, con el mar a mis pies se dibujaban mis huellas,  ahora mi memoria las deshilacha. Y en mi mente,  un vago pensamiento de aquella  pasión  acompasado por el rumor de las olas, bajo cielos que me sedujeron.
Sin embargo, me ha parecido escuchar el bramar de las gargantas cuando se sucumbe al deseo, he notado el temblor de mi cuerpo quemado por la sal. Y caminando sobresaltada he buscado un refugio entre las rocas solitarias.
Una vez más, he desafiado la cordura, retando a mi mente a regresar a los recuerdos óxidos de aquella batalla que me tornó  a ser náufraga. 
Tal vez, sienta aún la deriva, tras haber navegado en esas aguas que se debaten entre la belleza del paisaje y el dolor del amor.
Pero al término de mis pasos,  con la serenidad de haber archivado el pasado, he encontrado la calma,  visualizando aquel madero noble que alcanzaron mis manos y al que pude asirme, retomando las fuerzas para trazar nuevas travesías en las que volver a esculpir la esperanza.
Todavía sé,  que  tu ternura  pudo salvarme.
Ahora en este instante exiguo, al caer la luz, en la misma playa,  he olvidado la razón de mis horas degolladas, dejando como  tatuaje en mi piel  tus caricias cicatrizadas.
No sé si permaneceré en ti en cada aliento omitido, y  quedándome quieta, contemplo como el tiempo y el mar expiran.